El Pabellón de Barcelona, diseñado por Ludwig Mies van der Rohe en 1929 para la Exposición Internacional, representa un hito en la arquitectura moderna al encarnar el principio "menos es más". Esta obra, concebida junto a Lilly Reich como pabellón alemán, fusiona influencias del neoplasticismo de De Stijl y la Bauhaus, eliminando barreras entre interior y exterior mediante un diseño abierto y fluido. Su reconstrucción en 1986 permitió preservar su legado como icono del modernismo.
Construido para recibir a los reyes Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia, el pabellón ocupaba una franja estrecha de terreno en Montjuïc, con dimensiones aproximadas de 56 x 18 metros y una superficie de 1000 m2. Mies lo elevó sobre un podio de travertino, creando un basamento jerárquico que evoca el clasicismo, pero adaptado a tecnologías modernas como acero y vidrio. Aunque desmontado tras la exposición, su influencia perdura en la arquitectura del siglo XX.
Mies priorizó la pureza material, empleando mármol verde romano, ónice dorado, travertino y vidrio en láminas, junto a columnas cruciformes cromadas que generan un espacio neoplástico libre de volúmenes cerrados. La planta ortogonal permite una organización centrífuga, con planos independientes que definen zonas como el espacio central, la terraza principal y patios abiertos, borrando límites espaciales. Esta síntesis expresa la época industrial mediante construcción precisa y percepción espacio-tiempo.
Las columnas en I cruciformes, suspendidas sobre pedestales, liberan las paredes de carga estructural, permitiendo paños vidriosos y muros de piedra que actúan como filtros visuales. El techo flotante de hormigón y acero refuerza la ligereza, mientras la permeabilidad este-oeste contrasta con cierres norte-sur, orientándose al eje expositivo. Estos elementos convierten el pabellón en una "escultura habitable", priorizando experiencia sensorial sobre función expositiva.
El Pabellón Barcelona influyó en obras posteriores de Mies, como la Casa Farnsworth, al establecer cánones de abstracción y universalidad moderna. Hoy, accesible vía rutas turísticas, simboliza la arquitectura como representación nacional e innovación técnica. Su reconstrucción fiel resalta la perdurabilidad de sus ideas en un mundo contemporáneo.
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