El spa de Vals, en el Cantón de Graubünden, Suiza, es un ejemplo excepcional de arquitectura integrada en el paisaje, diseñado por Peter Zumthor entre 1993 y 1996. Situado en un valle donde desde el siglo pasado se explota una fuente termal, el proyecto nació de una comisión local que apostó por un enfoque poco convencional, rechazando propuestas tradicionales para confiar en un arquitecto emergente. Zumthor replanteó la idea del baño termal como un espacio nacido de la montaña, fusionando su arquitectura con la topografía y geología del lugar. Así, el edificio se hunde en la pendiente, con un techo cubierto de césped que se mimetiza con el entorno y una fachada de piedra local que recuerda a los techos tradicionales de la región.
Más allá de su forma, el spa de Vals ofrece una experiencia sensorial y ritual que une agua, piedra y luz. Sus piscinas interior y exterior, construidas como si fuesen excavadas en la montaña, invitan al visitante a recorrer espacios que alternan entre amplitud y recogimiento, entre lo abierto y lo íntimo. Dentro, los baños se articulan en bloques de concreto teñido, con temperaturas, aromas y sonidos variados que el usuario puede explorar libremente. Esta arquitectura física y monumental hace sentir la presencia del tiempo geológico, confrontando y confortando al mismo tiempo, y haciendo del acto de bañarse un ritual casi mitológico lleno de significado y emoción.
En la actualidad, la arquitectura sostenible y el diseño ambiental consciente son imprescindibles para enfrentar la crisis climática global. Los edificios consumen alrededor del 40% de la energía mundial y generan el 50% de los gases de efecto invernadero, superando incluso el impacto de los vehículos. Visionarios como Kenyang han explorado la biónica y el diseño bioclimático, proponiendo construcciones que imitan y se integran a la naturaleza, beneficiando incluso a la flora y fauna local, como en la biblioteca de Singapur. El reto actual es renovar sistemas tradicionales de bajas tecnologías, integrándolos en diseños inteligentes donde la tecnología sea invisible, sostenible y ahorre hasta un 80% de energía, además de crear espacios que experimenten el clima y la naturaleza como parte esencial de la vida cotidiana.
Este cambio radical también requiere repensar la industria y los materiales, como plantea el arquitecto William McDon en su enfoque Cradle to Cradle, que propone productos y edificios que se reintegren continuamente en ciclos ecológicos sin contaminar, enfrentando el problema del “downcycling” que degrada materiales con cada reutilización. La nueva revolución industrial debe ser sistémica, multidisciplinaria y basada en la colaboración global, teniendo en cuenta la conexión de todos los elementos naturales y humanos. Solo así podremos diseñar con amor sostenible, pensando en todas las especies y generaciones futuras, creando un mundo donde naturaleza y desarrollo humano coexistan en armonía.
Finalmente, el Centre Pompidou en París representa otro hito en la historia de la arquitectura y su capacidad para transformar la experiencia urbana y cultural. Diseñado por Renzo Piano, Richard Rogers y Gianfranco Franchini, este edificio icono del movimiento high-tech revolucionó el museo tradicional al mostrar sus sistemas mecánicos en tubos de colores y convertirse en un espacio abierto de intercambio social. Su impacto cultural ha sido profundo, convertiendo un símbolo elitista en un lugar popular y accesible, tejido en el corazón de la ciudad. Así, desde el spa de Vals hasta el Pompidou, la arquitectura sigue demostrando su poder para conectar arte, naturaleza y sociedad, impulsando nuevas formas de habitar y entender el mundo.
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