Peter Rice fue un ingeniero irlandés cuya visión y creatividad redefinieron la ingeniería en algunos de los edificios más emblemáticos y desafiantes del siglo XX. Más que un técnico, Rice fue un artista cuyos proyectos destilaban una audacia y una imaginación inusitadas. La película "An Engineer Imagines" trae a la vida esa faceta menos conocida: un ingeniero juguetón, arriesgado y profundamente humano, que desafiaba límites con una mezcla de rigor y genialidad.
Su obra colaborativa con figuras como Richard Rogers y Renzo Piano reveló su inconfundible sello, visible en construcciones como el Centro Pompidou en París o la Ópera de Sídney. Peter no solo aportó soluciones estructurales innovadoras, como las vigas de acero fundido llamadas gerberettes, sino que también fue una fuerza carismática que inspiraba a sus equipos a explorar nuevas posibilidades. A través de los recuerdos de colegas y amigos, emerge la imagen de un hombre encantador, con esa chispa irlandesa y un instinto para abordar desafíos aparentemente imposibles.
Sin embargo, el legado de Rice no se limita a grandes monumentos. Su humanidad y pasión son evidentes en proyectos más modestos, como la iluminación natural del teatro al aire libre en Gourgoubès, o en los momentos familiares captados en películas caseras donde se muestra radiante y juguetón. Su esposa e hijos lo recuerdan como un padre presente y un hombre sencillo, apasionado, que conversaba de igual a igual y llevaba la creatividad más allá de la obra, hacia una expresión genuina de vida cotidiana.
Peter Rice fue, sin duda, un ingeniero-artista que trascendió las fronteras disciplinarias. Como afirmó Richard Rogers, fue un Brunelleschi de nuestro tiempo, un humanista optimista cuyo legado sigue inspirando a arquitectos e ingenieros por igual. Su temprana muerte no borró su huella; el reconocimiento con la Medalla de Oro del RIBA confirma su lugar central en la historia de la ingeniería y la arquitectura contemporánea.
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