La creatividad es clave en el diseño arquitectónico porque lo que se crea no solo debe funcionar, sino también expresar algo. Intervenir un espacio y darle un ambiente específico implica buscar soluciones que integren estructura, luz y espacio, afectando hasta cómo se comportan las personas. Ser creativo puede cambiar cómo uno vive, cómo se siente y cómo se expresa; por eso el arquitecto tiene una gran responsabilidad al diseñar. Por ejemplo, la residencia en Versam, Suiza, de Peter Zumthor, transmite serenidad y paz solo con verla. Ese diseño genera sentimientos que hacen que uno se sienta bienvenido y cómodo.
Al casar la creatividad y la organización, el proceso formal del diseño nos da la capacidad para encontrar diversas formas de expresar lo imaginado y materializar ese sueño. Diseñar no es solo tener una idea, es también hacer posible ese sueño creativo. A medida que avanzas en el proceso, identificas lo que te gusta y lo que no, y eso va moldeando la propuesta.
Diseñar puede abrirte los ojos a cosas nuevas y ayudarte a encontrar tu propia voz. Es fácil expresarte y ser tú mismo a través del diseño. Esa conexión entre creatividad y método hace que el diseño no solo resuelva problemas, sino que también te construya como persona.
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